Aprovecho la última entrada del curso (dividida en tres) para compartir con vosotros una publicación (en inglés) de la página Chemistry World dedicada al mundo de la Restauración de bienes culturales.
Este artículo, en el que se habla de científicos que han tenido un protagonismo notable en el mundo de la Ciencia aplicada a la Restauración, comienza con la veterana Joyce Townsend, científica en la Tate Gallery de Londres, que nos cuenta cómo siempre se abre un debate entre conservadores, restauradores y científicos, planteándose qué es absolutamente necesario hacer. También nos habla de los principios éticos de la restauración: que lo que se haga no dañe la obra y que sea reversible".
En muchas ocasiones, los restauradores se encuentran con daños causados por tratamientos de restauración hechos en el pasado. A veces las técnicas de conservación usadas hace años parecen hoy una verdadera brutalidad. Por ejemplo, la Capilla Sixtina se restauró en los siglos XVII y XVIII mediante el uso, entre otras cosas, de vino y esponjas hechas de pan. El revestimiento de lienzos es otro buen ejemplo de procesos que ahora están causando problemas; en el siglo XIX, se revestían los lienzos planchando y presionando la pintura... Pero al mismo tiempo, si no lo hubieran hecho, quizás a día de hoy no tendríamos estas pinturas, comenta Townsend.
El problema no se limita a un pasado lejano en el tiempo: durante los años sesenta, por ejemplo, se volvió muy popular la práctica de utilizar polímeros sintéticos para consolidar y estabilizar frescos. Parecía que fuesen el remplazamiento perfecto para las coberturas de cera usadas previamente, pero con el paso del tiempo fue más que evidente que ése no era el caso. El mero hecho de su presencia cambió drásticamente las propiedades de la superficie de las pinturas, ocasionando estrés mecánico y cristalización de sales por debajo de la pintura, lo que provoca un aumento en la velocidad de degradación de éstas (además de que los polímeros perdieron color y se volvieron quebradizos).
Estos problemas han conducido a investigaciones que a su vez han conducido a tratamientos innovadores, pero también es necesario crear tratamientos que no expongan a los restauradores a disolventes y productos químicos nocivos para su salud. La conservación y la restauración no siempre tiene lugar en un taller, sino que muchas veces es trabajo de campo en espacios mal ventilados. La preocupación por la salud y la seguridad también ha conducido al desarrollo de nuevos métodos, así como el deseo de utilizar procesos "verdes" que minimicen el daño medioambiental.
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